Notas
Porqué vuelven los nombres en guaraní
Conversamos con varios papás, mamás y estudiosos para explorar qué motiva esta tendencia, de dónde sacan los nombres y de dónde históricamente nuestro pueblo tomó prestadas las palabras para su nominación. Un recorrido por varios temas que reconstruyen parcialmente el material histórico-cultural del que estamos hechos.
“Efectivamente se trata de una reivindicación de la lengua, de reivindicar mis orígenes”. Foto: Conapi-Misereor
Cuando al niño Gabriel Arandu quisieron inscribirlo en el registro civil, la encargada se negó. No supo explicar ni mostrar ningún documento oficial, simplemente se negó.
El papá empezó a explicarle que de hecho la hermana mayor del niño tenía nombre en guaraní y que no habían tenido problemas con ella al inscribirle con el nombre de Alejandra Panambi. Siguió reclamando y hasta recurrió a sus conocimientos de filosofía del lenguaje, explicándole que Arandu tenía el mismo significado que el nombre griego Sofía, que si Sofía se podía inscribir, por qué no Arandu.
“Cuando ya estaban re confundidos con tanta furiosa filosofía y el jefe se dio cuenta que no tenían ni siquiera un documento que dijera por qué un nombre sí y no otro, excepto el mero capricho de la funcionaria contra el capricho del papá, entonces se rindieron e inscribieron a Arandu”, explica Sergio Cáceres, filósofo y docente.
El dirigente campesino Ramón Giménez es conocido por haber sido condenado a dos años de prisión domiciliaria, tras haber encabezado la ocupación del predio de un hospital comunitario cuando éste fue vendido a un ganadero del distrito de Tava’i, departamento de Caazapá. También es conocido por su amplio conocimiento de nuestra cultura.
Con su esposa y compañera Olga Lucía concibieron a Blanca Aguape, Rocío Mburucuja, Fidel Tiaraju y Mario Lautaro. Las cuatro veces que se acercaron al registro civil de Tava’i encontraron obstáculos para anotar a sus niños y niñas.
“Esos no son nombres. Te vamos a buscar para sus nombres. Le van a tentar cuando sean grandes. Le van a tentar en la escuela”, fueron los argumentos con que las persona encargadas de los libros de nacimiento intentaron disuadirlos. Afortunadamente Ramón y Olga se impusieron y lograron su objetivo.
Jasy se llama la primera hija de Ana Valdez, trabajadora social y militante del Partido Comunista Paraguayo. Su segunda niña se llama Amambay. “El nombre en guaraní es muy bello, como una canción. Más todavía cuando elegís para tus hijos, cuando uno los nombra”, dice.
Fátima Rodríguez, comunicadora social oriunda de Santa Rosa del Mbutuy, pero afincada en Asunción, no levanta la vista de su niña llamada Paula Irina Arai, que en setiembre cumplirá un año. “Su nombre sí o sí iba a ser en guaraní, nos llevó mucho tiempo pensar porque efectivamente se trata de una reivindicación de la lengua, de reivindicar mis orígenes. Soy de familia guaraní parlante”, dispara. Ella no tuvo ningún inconveniente en el registro de nacimiento.
Sergio Cáceres cuenta que con su esposa Mariel decidieron los nombres de sus hijos porque probablemente iban a ser una de las pocas cosas que iban a conservar de la cultura guaraní. “Creíamos que no hablarían el idioma porque las oportunidades para hacerlo son casi nulas, por lo que al menos en sus nombres lo tendrían consigo”. Panambi significa mariposa y Arandu, sabiduría.
Bajo el techo de Ramón y Olga los nombres elegidos reivindican a la flor nacional que es el mburucuyá, declarada como tal por el doctor Gaspar Rodríguez de Francia; a la noble planta acuática aguape, que encontramos en las aguadas, esteros, arroyos y purifica las aguas; al líder guaraní Tiaraju, que encabezó la resistencia contra las reducciones jesuíticas en el Paraná; a la cultura inca-mapuche a través de un nombre como Lautaro.
Ana Valdez les puso un solo nombre a sus dos hijas, para garantizar que cada vez que les nombren, haya una cuota de justicia hacia la cultura e idioma originarias. Jasy(la luna) representa lo femenino en todas las culturas, marca el ciclo de la mujer, y lo femenino rige y da vida al mundo, explica. “Amambay suena demasiado bonito”, habla de todo lo que implicó para que venga al mundo, habla de arraigo cultural. “Significa lo que quedó después de la lluvia”, dice, en referencia al helecho salvaje llamado amambay, que crece tras cada lluvia. También refiere al agua, el elemento que rige la vida.
Arai significa nube, sonaba bien combinado con otros nombres, y por sobre todo porque la nube es un signo de bonanza, puede traer la lluvia, puede traer la sombra, “puede tapar el sol siendo liviana y frágil como es” y también desplegar gran fuerza, trayendo los rayos, comenta Fátima.
“Arai, la nube, es una construcción colectiva, del sol, del aire, del bosque, de la tierra, del agua, del viento. La evaporación de la humedad en la tierra es una obra colectiva y los vientos ayudan a dar forma y destino a la nube”, remata.
Como Ana, esta cuenta que durante su embarazo y después del parto, varias personas cercanas le cuestionaban el nombre en guaraní. Si bien parece haber una tendencia, aunque sea incipiente, de nombrar en guaraní, es evidente que persiste cierto rechazo hacia los mismos. Tal vez un poco de historia esclarezca algo de esto.
El eminente estudioso de los guaraníes León Cadogan, en su libro “Mil apellidos guaraníes”, explica que el nombre para estos pueblos es parte integrante del ser humano. Y cita a otro estudioso como Curt Unkel Nimuendajú, que afirma que “el nombre es un pedazo del alma de su poseedor”.
Bartomeu Meliá en el prólogo del libro resume que “el ser de cada uno de los guaraníes, su historia y su destino son dichos en su nombre”. Y transcribe un párrafo de otro texto de Cadogan, tal vez el más importante, el “Ayvu Rapyta, textos míticos de los mbya guaraní del Guairá”, donde se resume la profundidad religiosa de la nominación para los guaraníes:
Cuando está por tomar asiento un ser que alegrará/ a los que llevan la insignia de la masculinidad/el emblema de la feminidad/envía a la tierra una palabra-alma buena para que se encarne…
Volviendo al libro “Mil apellidos…” en él se puede apreciar que los nombres guaraníes provenían principalmente de plantas, animales, aves, insectos, reptiles y otros elementos de gran importancia en la vida económica, cultural, religiosa y mitológica de estos pueblos.
Sin embargo, con la institución de la colonia, las autoridades coloniales imponían que al bautizarse el indígena debía adoptar un nombre castellano y juntarlo con el de origen guaraní: Lorenzo Moquirací, Gonzalo Mayrarú, etc.
En muchas de las misiones franciscanas y jesuitas, dice Meliá, donde el bautismo era más rigurosamente religioso, las transformaciones de los nombres fueron más contundentes. En otras misiones, lo que era el nombre de los guaraníes anteriormente pasa a convertirse en apellido.
“Con la sustitución del nombre una religión y una filosofía de la palabra es también sustituida por otra. Aun en lengua guaraní, el nombre ya no es guaraní”, analiza Meliá. Y dice que la recopilación de Cadogan “es la prueba documental y exacta de la dimensión del desastre colonial, que cambiando los nombres de personas, desalmaba el guaraní y le trocaba la cultura, esa cultura de la palabra inspirada”.
Hay decisiones estatales de la época independiente que nos pueden dar una pauta de la historia de las transformaciones de los nombres originarios. En 1848 el gobierno de Carlos Antonio López promueve la substitución de los apellidos guaraníes por apellidos españoles. Para Meliá esto es borrar las huellas de los orígenes de Paraguay y representa uno de los actos más colonialistas de nuestra historia; para Cadogan fue una medida indispensable, porque concedió a los indígenas los mismos derechos que tenían los demás ciudadanos, librándolos parcialmente de la discriminación que vivían.
Con esta iniciativa gubernamental gran cantidad de indígenas decidieron cambiar sus apellidos, dice Cadogan. El estudioso revisa los registros de los pueblos de indígenas posteriores a esta política y encuentra que entre 1899 y 1900, en Caazapá, de 211 nacimientos, uno sólo fue inscripto con apellido indígena. Y así en los otros pueblos.
Otro acontecimiento histórico que ayudó a perder en la historia nuestra los nombres y apellidos originarios fue la guerra de la Triple Alianza, tras la cual se echaron a perder una cantidad de documentos oficiales sobre bautismos y nacimientos, escribe Meliá.
Ramón Giménez considera que la mayor razón por la cual se perdieron los nombres guaraníes originales fue porque durante la conquista española las autoridades empezaron a inscribir en libros a los indígenas, dándole el nombre español que se le antojara y escribiendo al lado de éste un marcante despectivo en guaraní.
Esto lo demuestra Cadogan, que en su investigación de apellidos guaraníes encuentra algunos despectivos, como Yareï(pequeño sucio), Abaquia(hombre sucio), Cheau(soy de mal agüero), Dachéi(No soy yo) y muchos otros.
Esta práctica se proyectó hasta nuestros tiempos, si observamos la campaña que este año encabezaron Amnistía Internacional y Tierra Viva, por la recuperación de las tierras ancestrales de otro pueblo indígena local, los enxet.
La misma contemplaba la muestra de pinturas “El grito enxet” del artista Diego Schafer, que entre tantas historias, recogió algunas donde oficiales del registro civil se habían negado a inscribirle a indígenas enxet con sus nombres originarios y en cambio, en un acto de irreverencia pública, los inscribieron con nombre ridiculizantes, como Adolfo Hitler y Benito Mussolini.
Otro rasgo de esta compleja realidad cultural nos cuenta otro conocedor del tema, Gregorio Gómez. Desde los 80′s del siglo pasado los indígenas, al inscribirse en registro para acceder a ciertos servicios estatales, lo hacen con nombres de famosos, en un acto “medio en broma medio en serio”.
Al preguntarle a Ramón Giménez por qué el campesino y la campesina paraguayos, de ascendencia guaraní, nunca tienen nombres guaraníes, dice que tienen que ver con el trabajo de los grandes medios de comunicación.
Hasta los años 40′s del siglo pasado, según relatos de su abuelo, había mucha gente que aún conservaba apellidos y nombres guaraníes. Sin embargo a partir de la afirmación de los medios masivos, especialmente la televisión, entran al país influencias foráneas.
Para Gregorio Gómez la gran diferencia entre el guaraní y el campesino guaraní parlante o los paraguayos urbanos, es que los indígenas no eligen un nombre para los niños o niñas, sino los descubren, luego de observar sus aptitudes y rasgos. Por eso ya de crecidos les ponen un nombre.
El almanaque Bristol, de donde salieron los nombres de generaciones de paraguayos y paraguayas. Foto: Mercado Libre.
El almanaque Bristol, de donde salieron los nombres de generaciones de paraguayos y paraguayas. Foto: Mercado Libre.
“El campesino guaraní parlante es cristiano. La lengua guaraní se heredó al campesino, pero no su pensamiento. El vehículo es el mismo, pero el contenido es diferente. El campesino, en relación al nombre, piensa en el santo ya antes de nacer el hijo”, explica. Para él el guaraní que habla el campesino es un guaraní cristianizado.
Dice que el principal origen de los nombres de los campesinos y campesinas de Paraguay históricamente fueron los nombres de santos cristianos, que venían predispuestos en el famoso almanaque Bristol. “Hace un siglo o más ya se tenía el almanaque. El campesino, el único libro que tenía era el almanaque Bristol”.
Esta práctica era de enorme influencia entre la población rural, y nos ayuda a entender la existencia de nombres bastante rebuscados, explica nuestro entrevistado, mencionando por ejemplo a las personas que nacían en la fecha de la “Circuncisión del señor”, a quienes los llamaban “Circuncisión”.
El estudioso, que debió llamarse Tomás si su familia se guiaba por este uso, dice que culturalmente estaba muy mal visto el no ponerle nombre del santo ára al hijo o hija, casi como una traición.
Dice que todavía persiste esta práctica, pero es muy reducida ya. Actualmente las familias campesinas eligen nombres de personajes famosos de nuestras sociedades: deportistas, bailarines, estrellas. Para él es parte de una alienación, que tiene orígenes en la fuerza motriz de la “modernidad” que promueve el actual orden económico. Por eso, es muy difícil encontrar que familias campesinas elijan nombres en guaraní para sus hijos o hijas, dice.
Otro uso, que al parecer adapta los nombres cristianos, es el uso de apócopes o recortes a los nombres. Si el vecino se llama Circuncisión, en la comunidad le dicen simplemente Tikú, si se llama Pedro es sencillamente Perú, Gregorio es Vegó, Troadio es Troá, Concepción es Conché, Eudosia es Ota, Laureano es Labrí, Marcelino es Telí, Secundino es Secú, Victorina es Vitó…
En este recorte se puede apreciar que la mayoría de los nombres son convertidos en palabras agudas (con acento en la última sílaba), una característica del idioma guaraní. Por lo que podemos aventurar que se trataría de una especie de guaranización.
El que hoy veamos en Paraguay más gente que decida nombrar a sus niños o niñas en guaraní se debe a que estamos viviendo como una reconquista, una revaloración de ese idioma, dice Ramón Giménez.
Él coincide con Fátima Rodríguez que en gran parte esta dinámica es fruto del trabajo de los colectivos que luchan por la promoción del guaraní, como la fundación Yvy Marâe’ŷ, señala.
“Algo de la liberación paulatina del guaraní de ese estigma que lo condenaba como un idioma guarango tiene que ver con el creciente uso de los nombres. Seguramente habrá algo de snobismo también”, piensa Sergio Cáceres.
Para Gregorio Gómez son las personas urbanas progresistas quienes eligen nombres en guaraní. Y suena a ironía que la población guaraní parlante sea la que menos opte por nombres en ese idioma. Nos habla tal vez de la tremenda operación de vaciamiento que sufrió.
“Yo no sé si van a influenciar los nombres en guaraní, los nuevos nombres, sobre los campesinos”, reflexiona Gregorio Gómez, mientras se sirve otro mate. Se adivina un poco de luz en sus ojos.
Meliá suele decir que un pueblo que se deslengua es un pueblo que se despiensa. La historia de los nombres originarios resume estos procesos, y la práctica de volver a poner nombres en guaraní la podemos entender como un acto político. Tal vez lo más importante de esto es que esos nombres son como una llave que nos abren un mundo lejano, desconocido y de enorme atracción.
Una partecita de esta batalla se libra en el propio entorno, en las oficinas de registros, en las escuelas y cada vez que nombramos a nuestros niños y niñas.
TEXTOS PARA ALIMENTAR EL TEMA:
-CADOGAN, León(2007): Mil apellidos guaraníes, aportes para el estudio de la onomástica paraguaya (Asunción: CEPAG, Tiempos de Historia y Fundación León Cadogan).
– CADOGAN, León: 3ra edición(1997): Ayvu rapyta, textos míticos de los mbyá-guaraní del Guairá(Asunción: Biblioteca paraguaya de antropología, Fundación León Cadogan, CEADUC y CEPAG)
-DOMÍNGUEZ, Ramiro(2006): Nuestra gente, comunicación humana en el Paraguay tradicional (Asunción: El Lector)
-GÓMEZ, Gregorio (2013): Tembiasa ryapu (temiendurämi)(Asunción: Servilibro)
-MELIA, Bartomeu (1997). El guaraní conquistado y reducido (Asunción: Biblioteca paraguaya de antropología, CEADUC y CEPAG).E;A PY
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