Notas
Las 21 reglas de un caballero

Sigue estos preceptos esenciales que deben cumplir los hombres para mantener siempre una conducta elegante e impecable.
Ser un caballero significa saber cómo comportarse en el mundo. Es aquel que domina sus actos, que sabe el valor de la palabra. La caballerosidad no es cuestión de cultura, sino de educación; quien lo es, se respeta a sí mismo y a los demás.
Actúe bajo estos lineamientos y ganará el respeto del mundo:
Recuerda las fechas, los lugares y es puntual.
Siempre va bien vestido, perfumado y nunca llega con las manos vacías.
Escucha y es paciente, no le interesa ganar una discusión.
Le abre la puerta a una dama, le cede el asiento, el paso, la ayuda a quitarse el abrigo o a cargar cosas.
Siempre habla bien de la mujer con la que tuvo su última relación amorosa.
Nunca dice groserías en presencia de menores, de mujeres o de personas mayores.
No monta un escándalo cuando le rechazan la tarjeta, ofrece otro método de pago o trata de solucionar el problema.
Apaga su teléfono móvil al entrar a una conferencia, clase, reunión o ceremonia.
Paga sus deudas o apuestas de juego.
Utiliza las palabras comodín en toda relación social: “por favor ” y “gracias”.
Cuando llega tarde a una ceremonia o al teatro, espera el momento oportuno para entrar y trata de molestar lo menos posible a quienes se encuentran ya sentados.
Si no sabe idiomas no trata, bajo ningún concepto, de aparentar que domina otra lengua.
Siempre piensa antes de hablar y nunca interrumpe a los demás a media narración.
Cuando alguien le ataca verbalmente, le contesta con elegancia, inteligencia y sin agresividad.
Sabe decir frases como: “No sé, no he leído ese libro”, “no conozco ese autor” o “no he visto esa película”.
No se queja de su situación financiera ni habla del precio de las cosas, por ejemplo, lo que ha costado su traje o el vino que sirve.
Acepta una disculpa y sabe ofrecerla cuando es necesario.
Habla en voz baja y con prudencia en lugares públicos.
Presenta a dos personas mediante cumplidos.
Se queja de la manera correcta.
Nunca se alegra de los errores ajenos porque asume que la persona que ha errado, lo último que necesita es su burla.
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