Notas
La caída del rey de la soja
Lo que no se pudo lograr durante el gobierno del prosocialista Fernando Lugo, a pesar de muchos intentos, está ocurriendo ahora, en forma sorpresiva e inesperada, gracias a las torpezas políticas del presidente colorado y proempresarial Horacio Cartes, algo que probablemente él nunca hubiera querido: que se expropien parte de las muchas tierras del poderoso empresario brasiguayo Tranquilo Favero, popularmente conocido como el rey de la soja.
Favero es un símbolo. En un país aún dividido por desigualdades profundas y esquematismos superficiales, el empresario rural es visto como exponente de una nueva clase económica prohijada por la dictadura stronista, la que llegó del Brasil atraída por los precios regalados de las mejores tierras cultivables en la frontera Este; la que situó al Paraguay como cuarto país productor y exportador mundial de soja y uno de los grandes productores y exportadores de carne, al costo de depredar las milenarias selvas y alterar en forma radical el medio ambiente y el clima.
Aunque el modelo de desarrollo impulsado tiene por igual muchos defensores y detractores, no se pueden negar sus significativos logros: crear modernas y urbanizadas ciudades en medio de la nada, como Santa Rita o Naranjal, impulsar un crecimiento macroeconómico que no se redistribuye equitativamente, generar una dinámica productiva en regiones que parecen «otro país».
Desde el otro lado se cuestiona la soberbia y la impunidad en imponer y expandir sin límites un modelo de monocultivo que destruye las tradicionales prácticas de agricultura familiar o de autoconsumo; que acapara las mejores tierras, en muchos casos adquiridas o apropiadas de manera irregular; que viola las leyes ambientales, que pone en riesgo la salud y agrede a comunidades campesinas con el uso incontrolado de productos agrotóxicos; y que principalmente ejerce su fuerza económica y política con agresivos lobbys y tractorazos.
Durante mucho tiempo, el símbolo de ese poder permaneció intocable. Ahora, la circunstancial alianza de la izquierda con los senadores colorados disidentes ante el cartismo, ha permitido aprobar en el Senado la expropiación de 11.681 hectáreas en el legendario Ñacunday, parte de las más de 230.000 hectáreas que el Grupo Favero posee en todo el Paraguay.
La acción legislativa es un relevante gesto político, que marca la caída del rey de la soja y de un poder que parecía intocable. Sobre esta nueva realidad será posible negociar las cosas de manera diferente, buscando rescatar de entre las diferencias de grupos sociales antagónicos –pero a la vez protagónicos– lo que resulte mejor para el país.UH – Por Andrés Colmán Gutiérrez
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